En nuestra cultura la sexualidad está desintegrada y separada de la persona. El sexo se ha relegado a espacios a veces innombrables. En ocasiones, al hablar de sexo, se desvanece la naturalidad o incluso se congelan las expresiones. Entonces, el sexo representa el límite de las ideas permitidas y se desencadena la censura para experimentar y sentir. Sin embargo, el sexo es parte constitutiva de la naturaleza humana. La sexualidad no es un ámbito de estudio sino una manifestación esencial del hecho de estar vivos. Cuando nos relacionamos con el sexo como si fuera algo ajeno a nosotros, dejamos de saber quiénes somos y nos perdemos