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Este tinto de corte bordelés es, sin duda, uno de los grandes tintos argentinos del momento. Las uvas proceden del paraje de Gualtallary, en el Valle de Uco, y sólo las mejores llegan a formar parte de la vinificación del Gran Enemigo. Después de despalilladas, fermentan y se crían durante 18 meses en botas de roble de distintos tamaños.
Si tienen la suerte de hacerse con una botella de Gran Enemigo, entenderán de inmediato por qué los vinos de Alejandro Vigil están revolucionando el panorama vinícola en Argentina e impactando a buena parte de la crítica internacional. Sus elaboraciones buscan la máxima expresión del terroir, dejando que la uva sea la auténtica protagonista; así, cuando uno bebe sus vinos, bebe el fruto de una añada, la magia de un rinconcito de Argentina.
Tras una capa muy alta redondeada por un seductor ribete de tono rubí, se esconde un vino con mayúsculas. Volteando la copa, el cristal se tiñe de abundantes lágrimas que se resisten a caer. La nariz es tan redonda que parece difícil de desmenuzar, pero pronto afloran los cacaos, la piel de naranja y la fruta roja. Notas mentoladas, especias como el clavo y un elegante fondo herbáceo, de monte bajo. En boca es fresco y cautivador, de tacto sumamente distinguido y con una armonía al alcance de muy pocos; ofrece multitud de registros pero todos en el mismo compás. Parte con aparente discreción, pero sus aromas persisten en la memoria. Sólo 4000 botellas disponibles.